Non se pense que é unha coña, qu´os cipreses estean simplemente presentados...
Non, comparecen, escenifican unha especie de rolda, estadea ou santa compaña....
Burla ou escarnio, especie de coroa funeral con vocación de permanencia mentres dure esta corporación....
que, como a couza que rila, comezou coa súa idea de cambia-las cousas cara ó seu modelo de cidade que resulta non existía....,
porque ese modelo consistía no que agora se ve, a cidade transmutada nun cimiterio, culmen da eutanasia vilega asistida, como se dí máis adiante, promovida por estos listos, novos doutores Morte. O chiste de montoro en principio inserido, sigue a ser oportuno.
Tras la reconstrucción del Teatro, que mantuvo siempre en pié las paredes maestras, aun a pesar del voraz incendio de 1980, se optó por dignificar la fachada principal que da a la calle Charino, al situar ahora la entrada y vestíbulo, pues en el antiguo edificio el escenario se ubicaba en la pared contraria del actual.
Papel enfático el de la fachada principal que se reforzó si cabe, al funcionar el coliseo de Don Filiberto como sede de celebración de los plenos municipales.
Queremos señalar con esto, que resultará un disparate ahogar, más si cabe, la pequeña plazoleta que se genera por la confluencia de las calles Charino, Churruchaos y Doña Teresa cortando además las perspectivas visuales del edificio toda vez que se hace una plantación de árboles, elementos de los que además, no se tiene constancia que existieran en otra época.
En definitiva, no habrá sitio peor en toda Pontevedra para un bosque de cupresáceas que evoquen los ritos funerarios, que las inmediaciones de la fachada del Teatro Principal y su entorno.
Superado pues el estupor inicial, salvado el honor de los pontevedreses emprendedores, igual hay que convenir que actuaciones como las criticadas solamente persiguen el fin de convertir la antigua ciudad histórica en un auténtico cementerio..
montoro, en la razón. Teño un lote de fotografías dos cipreses do Teatro Principal, aínda non dispoñibles pra inserir nesta entrada. Pero como a viñeta de Montoro vai de mortos e os gobernantes locales traballaron a investigación arqueolóxica dos enterramentos urbáns do adro de San Bartolomeu o Vello con máis degaro que Garzón, como ademáis deixan como rúbrica do seu traballo, alí prantados, os cipreses que conforman a cidade vella como un gran cimiterio, a viñeta de Montoro non parece moi fóra de contexto.
Pontevedra, 13.12.2008
Entrada n. 749 do blog
Incluímos nesta entrada un traballo de Leoncio Feijóo Lamas, a edición íntegra dun artículo que publicou o Diario de Pontevedra estos pasados días, mutilado.
(Aclárame o autor que a mordedura producida na edición foi por un simple erro de maquetación. Asunto aclarado, di)
Coido que é un traballo que merece ser divulgado e que, ó parecer, moitas veces non se poden deci-las cousas nen de forma ponderada, como de sempre foi a exposición que, sobre distintos temas, leva feito este amigo, en diversos medios.
O urbanismo imposto polo actual equipo de goberno é un total fracaso. Dende hai máis de oito anos a zona vella está a ser ferida, arruinada, despoboada, caracterizada a súa iluminación, por Nadal, cun certo carimbo de tanatorio, e a morte asistida programada dend´aquela vese coroada desta volta cos cipreses prantados diante do Teatro Principal, eutanasia vilega, cimiterio total. Gulag.
Los cipreses del Teatro Principal,
por Leoncio Feijóo Lamas
Después de observar la intervención, un tanto exótica, que es la plantación de varios cipreses frente a la fachada y entorno del Teatro Principal, convendría recordar la historia de este edificio releyendo las viejas crónicas de Prudencio Landín.
Así que, tan pronto fue demolido el antiguo templo de San Bartolomé “o vello”, hacia 1842, enseguida la emprendedora vecindad de la época sugirió la construcción de un teatro en el nuevo solar que se generaba. La tarea no fue fácil, ya que en primer lugar hubo que vencer la resistencia del Arzobispado, para que reconociera que los nuevos usos cívicos y culturales no colisionaban con las servidumbres del antiguo recinto religioso y su camposanto. Superado este escollo, que toda la historiografía local concuerda en señalar de gran valor simbólico y casi revolucionario, se podrá construir el complejo del Liceo-Teatro, que significará ante todo, el triunfo de la nueva clase burguesa sobre el Antiguo Régimen.
Lo cierto es que aun tuvieron que pasar algunas décadas para culminar dicha empresa. Desechados más de dos proyectos de edificación, paradas las obras durante años, por fin el arquitecto Faustino Flórez Llamas conseguiría poner la primera piedra en 1864. Y fue tal el afán cívico de tener un teatro digno en esta capital que ante la falta de fondos, grupos de aficionados dieron funciones benéficas, el arquitecto llegó a trabajar sin cobrar los honorarios, y el alcalde, el republicano Sr. Castro Barceló, donó 25.000 pesetas. Como se ve, todo igual que en nuestros tiempos.
Porque puestos a evocar, la verdad es que nosotros antes que los fúnebres cipreses de los defuntiños de San Bartolomé, nos quedamos con los ecos de los violines de Sarasate y de Manuel Quiroga. Preferimos las sonrisas generadas por las comedias y zarzuelas, el piano de Rubinstein, los conciertos europeístas de la Sociedad Filarmónica, los triunfos de la Polifónica, los populares Orfeones y los Coros Gallegos. Disfrutamos más con los ecos de las juergas carnavalescas, los encendidos mítines, la emoción del cine o los ilustrados Juegos Florales. Y si queréis aun nos parecen más interesantes, el teatro infantil, las arias de Monserrat Caballé...o los abucheos al alcalde en los plenos municipales.
Lo anterior desde una perspectiva histórica. Desde una óptica de la estética urbana, ya nuestros antepasados fueron conscientes de que la nueva arquitectura del Teatro, era un edificio que entraba con calzador, que rompía con la trama urbana preexistente, o si se quiere que la elección del solar no era muy acertado pues según recogía la antigua prensa “ puesto que achica el edificio, destruye una plaza, crea en el centro de la población cuatro estrechos callejones y perjudica muy notablemente a los dueños de las casas inmediatas”. Ahora bien, la misma reseña señalará que “ a lo hecho no cabe enmienda y es necesario aceptar las cosas en el estado que hoy tienen”.
por Leoncio Feijóo Lamas
Después de observar la intervención, un tanto exótica, que es la plantación de varios cipreses frente a la fachada y entorno del Teatro Principal, convendría recordar la historia de este edificio releyendo las viejas crónicas de Prudencio Landín.
Así que, tan pronto fue demolido el antiguo templo de San Bartolomé “o vello”, hacia 1842, enseguida la emprendedora vecindad de la época sugirió la construcción de un teatro en el nuevo solar que se generaba. La tarea no fue fácil, ya que en primer lugar hubo que vencer la resistencia del Arzobispado, para que reconociera que los nuevos usos cívicos y culturales no colisionaban con las servidumbres del antiguo recinto religioso y su camposanto. Superado este escollo, que toda la historiografía local concuerda en señalar de gran valor simbólico y casi revolucionario, se podrá construir el complejo del Liceo-Teatro, que significará ante todo, el triunfo de la nueva clase burguesa sobre el Antiguo Régimen.
Lo cierto es que aun tuvieron que pasar algunas décadas para culminar dicha empresa. Desechados más de dos proyectos de edificación, paradas las obras durante años, por fin el arquitecto Faustino Flórez Llamas conseguiría poner la primera piedra en 1864. Y fue tal el afán cívico de tener un teatro digno en esta capital que ante la falta de fondos, grupos de aficionados dieron funciones benéficas, el arquitecto llegó a trabajar sin cobrar los honorarios, y el alcalde, el republicano Sr. Castro Barceló, donó 25.000 pesetas. Como se ve, todo igual que en nuestros tiempos.
Porque puestos a evocar, la verdad es que nosotros antes que los fúnebres cipreses de los defuntiños de San Bartolomé, nos quedamos con los ecos de los violines de Sarasate y de Manuel Quiroga. Preferimos las sonrisas generadas por las comedias y zarzuelas, el piano de Rubinstein, los conciertos europeístas de la Sociedad Filarmónica, los triunfos de la Polifónica, los populares Orfeones y los Coros Gallegos. Disfrutamos más con los ecos de las juergas carnavalescas, los encendidos mítines, la emoción del cine o los ilustrados Juegos Florales. Y si queréis aun nos parecen más interesantes, el teatro infantil, las arias de Monserrat Caballé...o los abucheos al alcalde en los plenos municipales.
Lo anterior desde una perspectiva histórica. Desde una óptica de la estética urbana, ya nuestros antepasados fueron conscientes de que la nueva arquitectura del Teatro, era un edificio que entraba con calzador, que rompía con la trama urbana preexistente, o si se quiere que la elección del solar no era muy acertado pues según recogía la antigua prensa “ puesto que achica el edificio, destruye una plaza, crea en el centro de la población cuatro estrechos callejones y perjudica muy notablemente a los dueños de las casas inmediatas”. Ahora bien, la misma reseña señalará que “ a lo hecho no cabe enmienda y es necesario aceptar las cosas en el estado que hoy tienen”.
Tras la reconstrucción del Teatro, que mantuvo siempre en pié las paredes maestras, aun a pesar del voraz incendio de 1980, se optó por dignificar la fachada principal que da a la calle Charino, al situar ahora la entrada y vestíbulo, pues en el antiguo edificio el escenario se ubicaba en la pared contraria del actual.
Papel enfático el de la fachada principal que se reforzó si cabe, al funcionar el coliseo de Don Filiberto como sede de celebración de los plenos municipales.
Queremos señalar con esto, que resultará un disparate ahogar, más si cabe, la pequeña plazoleta que se genera por la confluencia de las calles Charino, Churruchaos y Doña Teresa cortando además las perspectivas visuales del edificio toda vez que se hace una plantación de árboles, elementos de los que además, no se tiene constancia que existieran en otra época.
En definitiva, no habrá sitio peor en toda Pontevedra para un bosque de cupresáceas que evoquen los ritos funerarios, que las inmediaciones de la fachada del Teatro Principal y su entorno.
Superado pues el estupor inicial, salvado el honor de los pontevedreses emprendedores, igual hay que convenir que actuaciones como las criticadas solamente persiguen el fin de convertir la antigua ciudad histórica en un auténtico cementerio..
9 12 2008
LEONCIO FEIJOO LAMAS
LEONCIO FEIJOO LAMAS
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