domingo, 15 de febrero de 2009

ELECCIÓS E MONTERÍA

Ángela Vallvery, autora de "Echarse al monte"
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Pontevedra, 15.02.2009
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Entrada n. 830 do blog
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ELECCIÓS E MONTERÍA,
por Xesús López Fernández
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Ó longo da súa intervención, o expresidente tería ocasión de falare dos tempos do Gal, daquelas "cacerías", e da serie de corrupciós que inda hoxe siguen golpeando na nosa memoria. Aínda que Felipe non-o crea. Pero non-o fixo. Prefireu contar, en plan infantiloide, puerilmente, o caso do banco useño quebrado, o Lehman Brothers pra exonerar ó PSOE da ruína d´España.
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Angela Vallvey, en La Razón do 15.02.2009, obséquianos cun elegante traballo, "Echarse al monte", que encastaña cos persoaxes de "La escopeta nacional", de Berlanga. Naquelas cacerías, meeting points da aristocracia to tempo, andaban persoaxes como estos d´agora da cacería das terras de Garzón: o propio Garzón, o Bermejo, e outros que poden tere un ADN nacionalsindicalista. Sigue o traballo:
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ECHARSE AL MONTE,
por Ángela Vallvey
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Luis Martínez, en su momento crítico de cine del diario «El País», decía de la película «La escopeta nacional», de Luis Gª Berlanga (con guión de Berlanga y Rafael Azcona) que la obra era una esperpéntica verbena, tan desmadrada como lúcida, y su universo abigarrado, delirante y desesperado. No puedo estar más de acuerdo con tales adjetivos: retratan a la perfección una suerte de «condición» española, producto del franquismo, que pervive en nuestros días, tan briosa y lozana como en los tiempos de Franco que retrata la película de don Luis. Las cacerías en el franquismo eran los «meeting point» de los señoritos de la burguesía, de quienes politiqueaban con ruido de tiros limpios de fondo y hacían contactos y negocietes en olor de jaras y cartuchos, logrando estipendios y provechos que su manifiesta incompetencia empresarial les impedía obtener de otra manera. En las monterías del franquismo podía uno encontrarse al propio Franco, achaparradito y ancho de caderas, pero con buena puntería –sobre todo verbal–; al clero de la época; a la aristocracia apurada a mediados de mes; y a los nuevos ricos que retrata admirablemente Berlanga. Sierra Mágina –de donde yo provengo, por cierto– era frecuente escenario de las monterías y los chanchullos del régimen. Hoy, los tiempos han cambiado. Pero no tanto. La nueva aristocracia progre, como el ministro de Justicia Bermejo –que inmediatamente, y de forma espontánea, hizo una asociación entre su cacería acompañado de Garzón y «La escopeta nacional» de Berlanga–, ha sustituido a la caduca burguesía y/o aristocracia franquista, de quienes suelen ser, en realidad, hijos o nietos. Los «señoritos» de las monterías siguen siendo los mismos: los personajes berlanguianos que mandaban antaño (las clases altas, en decadencia económica y moral) y los que mandan hogaño (sus herederos progres). Ayer, un empresario de porteros automáticos que pagaba una montería y preguntaba por lo suyo. Hoy, un juez de ese Tribunal de Orden Público del régimen en que se está convirtiendo la Audiencia Nacional, ataviado con una chaqueta antibalas. Ambos echados al monte. (Mecachis en la mar…).

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